mayo 17, 2020

Covidiotas

Cuando a mis compatriotos (a los que, de por sí, quiero poco y mal) su amado Gatell (al que adoran pero igual no lo pelan) les dijo que va a comenzar la  vuelta a la normalidad, lo que entró en sus cabecita de cacahuate fue: "ya se acabó la pandemia".
Mi salida semanal al tianguis dejó ver que en mi pedacito de alcaldía el confinamiento (que de por sí nunca funcionó) ya bailó: a diferencia del domingo pasado, hoy estaba hasta su madre de gente, los precios altísimos - cabe suponer que los marchantes quieren recuperar el tiempo perdido-, un güey ofrecía pedazos de melón clavados en la punta de un cuchillo, el cual juraba que había desinfectado con clarasol, y en los puestos de comida (¡¿cuál virus?!) los tablones vueltos mesas ya estaban listos para recibir a decenas de comensales.
Y la gente grosera, alevosa, ojete: como siempre. Y sin tapabocas. Eso sí, hay un puesto donde venden caretas y cubrebocas; pero está vacío.
Así que ahora vamos a jugar al juego de los virus mutantes: ¿hacia dónde mutará el covid? ¿Se volverá inocuo y les dará a los poco amados compatriotos ocasión de decir "ya ven: era puro cuento"?,  ¿o se volverá, ahora sí, un capitán Trotamundos?
Pacheco tenía la pluma atascada de razón cuando escribió "Alta traición".

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