Hoy, al salir de mi curso de redacción en Eje Central, se me cruzó por los ojos esto:
¡Oh!, ¡casi pasé de largo! Volví sobre mí, me incliné, la levanté con mucho cuidado, "¿qué es?": el ala de una mariposa. Cuando la levanté, casi esperé que revoloteara, leve, en mi mano. Miré el piso, buscando el resto del animalito. Miré el cielo, que es donde debería estar esa ala. Busqué a su gemela sin explicarme esa ausencia. Sostuve en mi mano ésta, sin poder creerlo: un ala; un milagro, propiedad absoluta del cielo, pero sobre la banqueta gris, con un borde de levísimos vellitos... ¡las mariposas tienen vellitos en sus alas! Y yo, ahí, sosteniéndola, sin saber cómo era posible que aquel milagro orgánico de un colorido imposible, de una hermosura casi escandalosa, estuviera en mi mano, desprendiendo su polvito mágico, orgánico, muerto, estallando en mi retina con su belleza imposible, ahí sobre mi mano, y yo parada bajo ese cielo inmenso sin poder entender cómo fue que, en un día como hoy, cuando el mundo amaneció vacío, desdorado, justo hoy me vi de pie mirando el cielo a través de los árboles, con un ala de mariposa entre los dedos, un ala: Belleza en puro, mutilada.
Necesito escribir para entender de qué está hecho el entramado del mundo; cómo es que no se cae a pedazos al transitarlo; cómo es que no estalla cada que lo miro...
noviembre 10, 2015
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Mutilación
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