Dibujas
con luz el contorno de un rostro
la
oscuridad de un árbol,
el
cielo a través de unas cortinas.
Tus
pinceles son tus ojos,
vitrales
veteados de tigre en asedio;
separas
con tus manos la luz en haces
y
nos muestras
el mundo
a
través de las lentes con que enfocas
la
luz que te es propia bajo el sol de
tu memoria.
Nadie
antes de ti supo ver
esa
tristeza niña riendo entre las ramas,
esa
libertad de abismo con la falda entre las piernas,
ni
el claro silencio de las cosas que
duermen
cuando
nadie las está mirando.
Entonces
llegas tú con tus pinceles
-espadas luminosas engastadas en jade-
y un solo instante de contemplación te basta
para que venga el resto como
detrás de una enramada
y
aparezcan los rostros en la cara de la gente,
esos
que son tu propio rostro triangulado
en su crudeza
autorretrato
sin montaje.
Y
es que tú, que eres pura carne,
te
has dibujado sin color, enmascarado;
justo
tú, que eres pura luz,
has
grabado en tu piel trazas de oscuridad
como una rúbrica
y
nos miras desde la sombra acechante.
https://cardosani.wordpress.com/
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