enero 13, 2014

Una larga despedida (2)

Voy a abrir, sólo por hoy y sólo por esta vez, una sesión de quejómetro; diré todo lo que quiera decir al respecto durante la cantidad de tiempo que me lleve terminar de una vez con tanta chingada queja y lo dejaré aquí publicado. De nuevo, será sólo porque sí, porque por qué no. Y no volveré a decir nada al respecto. Sólo... quiero decirlo y ya, para dejarlo aquí y no llevármelo cargando cuando me haya ido.

Y es que ahora resulta que  todos me quieren mucho en la escuela de Jalalpa; ¡qué tal!, caray, ¡y yo sin darme cuenta! Así es: aparentemente, como sola por envidiosa, para no compartir con nadie mi comida; o bien, por gusto, es decir que si nadie me invita es porque creían que me encantaba comer sola. Debe de ser, sí, claro; como soy una persona tan tímida y retraída, y como me cuesta tanto trabajo entablar conversación con las personas, además de ser hosca y muy parca en risas, era lógico que todos pensaran que prefería comer sola.
     Hay uno, que no me odia pero al que le caigo bastante mal, que se toma la molestia de despreciarme abiertamente, hace comentarios que sugieren que soy medio pendeja siempre que tiene  oportunidad y se rió de mí en público por ser budista; no es que me encante que me humillen y el señor se ha ganado mi más amplio, honesto, puro y mutuo desprecio por estos detallitos precisamente. Pero ahora que andan todos tan interesados en... pues no sé bien en qué, supongo que en resguardar la imagen de "gente buena" que aparentemente tienen de sí mismos, y se han esforzado tanto en hacerme saber que cada uno de ellos me quiere, agrego "respeto" a la ira que me despierta el tipejo en cuestión. Prefiero sus humillaciones, ya conocidas y baratonas pero al menos honestas, que esta manera extraña y... atemorizante en que personas feas que se han portado de la chingada conmigo, se acercan y me dicen que ellas me quieren mucho; que de hecho, hay muchas personas que me quieren mucho. Francamente, me reservo mis comentarios. Sólo preferiría que me ignoraran, como llevamos años haciendo, y me dejaran ir en silencio.
     Está también el caso de otra de esas "amigas" que ahora me ador[n]an, que me dijo muy compungida y a punto del llanto que no me vaya así, enojada. ¡Ah, caray!, pues es que si estuviera muy contenta, no me iría; es obvio.
     Ton's, pues no quiero ser pelada, de verdad que no; y tampoco es mi intención herir a nadie ni hacerle daño a ninguno de mis compañeros. Pero tampoco tengo porqué seguirles el juego. Ya no. Entre muchas otras, por eso me voy; porque los quise mucho, mucho, y a algunos de ellos los busqué mucho, a otros inclusive los consideraba mis amigos, pero poco a poco fue quedando claro que no era mutuo. Un tiempo pensé que quizá yo no estaba enviando el mensaje correcto, así que me apersoné un par de veces a comer, un tiempo en la cafetería, en otra ocasión en el cubículo donde varios que me agradaban se reunían. Mala idea. Lo de la cafetería se acabó el día que una maestra psicópata que hay ahí me insultó a gritos en frente de todo mundo. De milagro no me pegó. Y lo del grupito se acabó, porque la siguiente vez que fui, estaba calentando mi comida, y en lugar de invitarme a unirme a su grupo, me desearon buen provecho y me aconsejaron cerrar bien la puerta porque ellos iban a comer en otro cubículo ese día.
     Y sí, sí soy, ya en serio, muy abierta y risueña, pero no haya sentido del humor que aguante tanta jodidez. 
     Ha de ser que "no se dieron cuenta" (supongo que se dicen a sí mismos cosas así), "lo hicieron sin querer" o de plano, ni siquiera recuerdan haber hecho esas cosas o quizá más bien, igual y el problema es que yo soy demasiado sensible. O algo así han de decir, porque cuando vienen a mi cubículo tras enterarse de que me voy, llegan incrédulos a afirmar con la voz llena de certeza y la voz quebrada por la emoción que lamentan muchísimo que me vaya, porque ellos me quieren mucho. Pues... no, la verdad no sé qué pensar. 
     Mejor ya no pienso nada, excepto: "qué bueno que ya me voy", porque son maestros de los que estamos hablando aquí, gente adulta, con grados de licenciatura para arriba; no estamos hablando de escuincles de 15 años que hieren a lo pendejo, porque no tienen experiencia ni interés en cuidar de los demás ni de sí mismos. ¡Si al menos este montón de gente horrenda con la que trabajo a diario, que tiene a su cargo una tarea tan delicada y preciosa, si al menos esa pinche gente tuviera la suficiente claridad y respeto por sí misma, podría, ya dije, ignorarme o de plano, venir y decir: "pinche MaryCarmen, me caes del Averno, ¡qué bueno que ya te largas!" Y así al menos podría responderles o ignorarlos o cualquier otra cosa del nivel que mejor me parezca, en lugar de tener que aguantar sus extrañísimos lloriqueos, porque si algo me queda claro, es que yo los quise muchísimo, tanto o más que a los muchachos... y no me valió de nada. De nada.

Y luego está mi otra queja, esa otra queja, mi queja de siempre, que ya no es berrinche (todo lo anterior sí lo es, me queda clarísimo), respecto al hecho  de que A NADIE en Dirección General del IEMS le importa un soberano cacahuate ni la institución, ni los planteles, ni mucho menos los estudiantes. Sobre todo, no les interesan los estudiantes. No les importan. Les valen madres. Y por ende, les valen madre también los profesores. De hecho, los únicos maestros dignos de su consideración (y no precisamente porque los quieran apoyar) son aquellos que hacen de más; los que  organizan cosas por fuera, invierten cantidades realmente fuertes de dinero en comprar materiales, libros, cuadernos, premios; en invitarles una comida de vez en diario a los estudiantes que sabemos que andan todo el día sin comer, porque no hay dinero en casa o porque están en situación de abandono y en su casa a nadie le interesa si comen o no... maestros que dan su tiempo personal, incluso en vacaciones y fines de semana, para entrenar a los muchachos o ensayar con ellos, o llevarlos a conciertos o al teatro o a lo que sea, y acaban pagando la mitad de los boletos con dinero y tiempo que nadie les repone, pero tampoco les importa, porque ¡no lo están haciendo por dinero! ¡Qué miedo le tienen en Dirección General a estos profesores!, ¡con cuánta sospecha observan el trato cariñoso y la devoción con que los estudiantes les hablan! 
     Sí, se sospecha de ellos. Y no sólo Dirección General; la cosa empieza por los coordinadores, siempre listos pare entorpecer cualquier actividad "sospechosa" de ese tipo: a ver, qué cosas secretas andará haciendo ese maestro con los estudiantes, fuera de la escuela, donde nadie los mira, ¡y los papás en la luna, confiadotes!... Y ello por no mencionar a los compañeros, esos que miran con malos ojos todo lo que los demás hacen; los flojos, porque temen que se les pida trabajar a un ritmo similar, ellos que no hacen ni siquiera lo que deberían. Y los que le echan ganas, en lugar de ser solidarios, se llenan de envidia y critican lo que los otros hacen, lo tachan de cuestionable, les parece que las actividades extracurriculares de los "otros" no son limpias como las suyas, sino que responden a intenciones seguramente malsanas y perversas.
     Por eso nunca sé si reír o llorar cuando en el plantel alguno viene a mi cubículo y me pregunta por qué las cosas no funcionan como deberían. ¡Mi vida! Si me atreviera, le contestaría algo así (es una respuesta muy ensayada, la pienso cada vez que alguien me pregunta estas cosas, que es bastante seguido;  no lo van ustedes a creer, así como los ven ahí a desayunar no hay quien me invite, pero qué tal cuando necesitan consejos, kleenex, firmas,solidaridad o un cafecito... en fin):
     Nomás para empezar, el problema es que esta condenada escuela es en realidad un lavadero en el que los licenciados, maestros y doctores -con Maestrías y Doctorados, aunque usted no lo crea- que conforman nuestra súper planta docente pasan la mayor parte de su tiempo metiéndose unos en los cubículos de los otros con el fin de regar chismes e intercambiar información, gracias a lo cual esta escuela se ha convertido en un lavadero de vecindad. Así que, cuando pasa algo "interesante" (léase, telenovelesco del estilo de "¡la Psicópata rompió la puerta cristalera a mano limpia en uno de sus ataques de ira!"), suceden dos cosas, seguras y ciertas como el sol: que en media hora ya se enteró TODA la escuela; y segunda, que no va a suceder absolutamente nada, excepto que quizá reemplacen rápido el cristal roto, no vaya a ser la de malas que alguien se lastime. 
     En los once años que llevo trabajando ahí, nunca he sentido la menor inclinación por ver "Laura en América"; no me hace falta. Además, en ese programa todo es actuado y en mi escuela, es pura vida real.
     Así que, en resumen, si se decidiera hacer una razia en ese plantel, correrían preferentemente a esos maestros espantosos que quien sabe qué cosas raras y seguramente depravadas hacen con los estudiantes, que gastan los recursos de la escuela en hacer revistitas y cosas llenas de palabras y secretos, organizando concursos de matemáticas cuando" todo el mundo sabe que los chamacos son unos ignorantes, incapaces de hacer las operaciones aritméticas más elementales y estos condenados maestros salen con "olimpiadas de matemáticas" y "rallies de matemáticas" y quien sabe cuántas jaladas más para perder el tiempo"; yo no dudo que, de correr a alguien, sería a esos profesores que envían a los alumnos a hacer preguntas de dizque periodismo y andan enseñándoles cosas que "todavía no son para ellos" y, para acabar más pronto, correrían a aquellos que dan demasiados problemas, aunque trabajen hasta de más y siempre acudan a sus clases y den sus asesorías, y aunque cumplan con sus horarios y hasta se pasen, precisamente por eso dan mala espina, realizan actividades no-aprobadas por la Coordinación y mejor al carajo y que vuelva la paz. Todo ello mientras la Psicópata cobra re-a gusto cada quincena, los inútiles perezosos reciben sus cambios de plantel y otros premios similares, el Sindicato se roba las prestaciones que deberían repartirse equitativamente entre el personal y los traumados van por ahí, gritándoles a los estudiantes, llenándolos de pavor, humillándolos, insultándolos y, en breve, desquitándose con ellos por su incapacidad para ser buenos maestros y buenas personas, o al menos intentarlo.

Con todo esto queda claro, espero que sí, que tengo  muchas, poderosas y tristísimas razones para irme, y además, irme enojada; ¡cómo chingados podría irme de otro modo! ¡A mi pinche, pinche y dolorosísima incapacidad para hacer algo realmente significativo con esos muchachitos, se suman todas estas pendejadas; ver a esos tipos y tipas mal llamados "maestros" zarandear y ejercer violencia contra los estudiantes, una y otra vez, o ignorarlos y tratarlos siempre como si fueran un estorbo o peor aún, como si fueran casos perdidos, como si no valieran la pena!... y que sea imposible hacer nada, porque a nadie le importa, como tampoco nadie hace nada respecto a los profesores que llegan, firman y se largan a su casa; los profesores que aceptan sobornos; los bilbliotecarios que se niegan a atender a los grupos; el coordinador que llega a la hora que quiere y no hace nada más que entorpecer la vida del plantel, meterle el pie a todo el mundo y dejar que los edificios se caigan a pedazos..., ¡no es porque no se pueda hacer nada de lo MUCHO que podría y debería hacerse, no porque sea imposible, o demasiado difícil, no porque nadie sepa cómo deberían hacerse las cosas, ni tampoco porque no haya gente capacitada para hacerlas, sino por una falta que no puedo entender de ética, de respeto por su propio trabajo y de conciencia de que están echando a perder su vida y la de sus estudiantes... ¡no, señores, el IEMS se está yendo al carajo porque A NADIE LE IMPORTAN los estudiantes, ni la institución, ni mucho menos los profesores que se consumen ahí o bien de aburrimiento, o bien por exceso de trabajo y por el desgaste psicológico tremendísimo que despliegas cuando te tomas a los muchachos en serio!: que nadie se confunda ni cubra con eufemismos  el hecho simple de que A NADIE LE IMPORTA LO SUFICIENTE.
     Y yo... no soy la Madre Teresa de Calcuta, ni quiero serlo a estas alturas; y además,  mis compañeritos, que me quieren tanto, no creen que las cosas estén tan mal. Así que, como dije la vez pasada, la que está mal aquí soy yo. Así que está bien que sólo yo me vaya; pero no cargando esto. Ya no.

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