Comencé este blog como un juego; uno que
muy pronto se convirtió en uno cortazariano: mortalmente serio.
Me
encantó escribirlo, no lo voy a negar. Pero, como le escribí una vez a un amigo
poeta extraordinario, “para todo hay un final y el nuestro ya está cerca”.
Me
embarga una sensación extraña, como de nostalgia anticipada, por todo lo que
planeé escribir y nunca encontró su tiempo: la huelga, las campanas, los
árboles de la FES Acatlán, Oaxaca y la Noche de las Cucarachas, más todas las
palabras que aún llevo adentro sobre Portland, sobre mis abuelos, sobre Charo y
Ceci, sobre la infancia y sus funerales, sobre Guanajuato, la música y el amor;
sobre todo, sobre el amor.
Sin
embargo, llevo ya varios meses –más de un año- cerrando ciclos en distintos
ámbitos de mi vida, y hoy le llegó el turno a Ajenjo y Azúcar. Tras 6 años y 74 entradas, dejo aquí mi despedida
para cerrar este ciclo de escritura experimental, tan sabroso, tan lleno de
vivencias y emociones.
Les
agradezco infinitamente a todos, lectores pacientísimos, por su interés y sus
ganas de leerme y jugar este juego conmigo; con toda seguridad comenzaré una
nueva aventura escritural, en otro espacio y con otros modos, distintos y
nuevos.
Hasta
entonces, hasta que volvamos a leernos, que la Vida siempre los apapache y los
consienta como a sus favoritos.
Gracias
por su tiempo.
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