octubre 20, 2016

El "Azul y Oro" en CU: muy mal, ahí no hay que ir

Hoy fui a conocer el restaurante "Azul y Oro" que está en el Centro Cultural Universitario, en CU, arriba de la librería.
       Me fue tan mal que no sólo no comí ahí, sino que les envié el mail que a continuación les dejo acá a ustedes junto con la siguiente recomendación: no vayan, sobre todo si van solos; los van a tratar como a la chava de Mujer bonita cuando va a la tienda fancy de Rodeo Drive y la corren porque no les gusta su facha, lo cual, desde luego, califica para discriminación, pero... ¡en fin!, aquí se los dejo y ustedes dirán.


"A quien corresponda:

Hola. Mi nombre es MaryCarmen Castillo y soy profesora en la Carrera de Lengua y Literatura Hispánicas, en el campus FES Acatlán. 
       Por diversas razones, hoy debía ir al Centro Cultural Universitario, así que decidí ir a conocer su restaurante "Azul y Oro", ubicado arriba de la librería. Mi plan era comer con ustedes y a las 5 que abrieran las oficinas de Difusión Cultural, irme a hacer mis trámites.
       Llegué alrededor de las 4:30 pm; el restaurante estaba casi vacío, sólo había ocupada media docena de mesas. La chica que recibe a los clientes me condujo, muy amable, hacia el centro del restaurante y me indicó una mesa en medio del local. Yo le sonreí y le pregunté que si sería posible sentarme junto a un ventanal. "No", me contestó. "¿De verdad?", le pregunté, un poco sorprendida. "Sí, es que esas mesas son más grandes y no tarda en subir más gente", fue su respuesta, tras lo cual dejó los menús y se retiró.
      Yo me senté, muy sorprendida y sintiéndome como niña regañada. Ciertamente iba sola, pero iba a consumir, no a ocupar una mesa nomás porque sí; y las "mesas grandes" no son tales, sino tan solo dos mesitas como esa en la que me sentó, arrimadas juntas para dar cabida  a más gente; o sea, se pueden separar o juntar según se desee.
      No entendí cuál era el problema. Y sigo sin entenderlo. 
      La actitud del mesero acabó por empeorarlo todo, pues llegó a preguntar qué quería de beber mientras miraba la carta; pedí un refresco; sólo había pepsi; bueno, ya qué. Y me puse a ver el menú de comida: todo se veía delicioso; y ya era tarde y de verdad tenía hambre, pero parecía yo salero ahí, sentada sola en mitad de un restaurante cada vez más vacío.
       Cuando volvió el mesero a tomar mi orden, le dije que no, que me sentía muy incómoda en esa mesa que me habían asignado y que sólo iba a querer la pepsi. El mesero se sorprendió y me pidió que le repitiera la razón. De nuevo dije: "No me gusta este lugar en el que me sentaron y me quiero ir. Sólo tomaré la pepsi y ya". El mesero titubeó un momento y dijo: "está bien".
       ¡Vaya, pues!
       Así que me tomé el refresco, pedí la cuenta -que me trajeron sin una sola palabra-, pagué y me fui. De la chica de la entrada, ni sus luces.
       Comí otra cosa en otro lado, realicé mis trámites y me retiré como a las 6, no sin antes asomarme a su restaurante -visible desde la escalera de Difusión Cultural-: tenían al menos la mitad de sus mesas vacías.

Después de esta experiencia, no haré ya ningún intento por regresar y recomendaré a mis amigos y estudiantes, en mi blog, no acercarse por ahí: me quedó claro que en ese restaurante no les interesa perder clientes aun antes de ganarlos, como en mi caso. Deben tener mucha confianza en que sus clientes de siempre van a seguir yendo y que no necesitan nuevos...
       Fue muy decepcionante y un poco humillante. Ojalá reconsideren sus políticas respecto a las "mesas grandes" (????) y consideren la opción de entrenar a sus meseros y staff en general para tratar con más amabilidad a los clientes que comen solos."

1 comentario:

  1. Ha ido muy a la baja el "Azul y Oro". La última vez que anduve por ahí nos quisieron vender una tostada con lechuga como "tlayuda oaxaqueña contemporánea". Del asquito. Y sí, qué bueno que los mandaste al cuerno.

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