septiembre 06, 2016

¿Juegan?

Tras años, muchos y largos, de curiosidad, por fin logré ver El libro de cabecera. Les ahorro los detalles: no me gustó; el ritmo está disparejo y los personajes, planos; y ambas cosas, a mi entender, son imperdonables.
       Sin embargo, no todo fue tiempo perdido. Se habla constantemente de un personaje que llevaba un diario; y en ese diario lo que se leen son listas, largas listas de las cosas más extrañas que se puedan ustedes imaginar. Una de esas listas me gustó tanto que decidí hacer la mía e invitarlos a ustedes para continuarla, si gustan, en los comentarios, aquí mismo, al final. Sólo por diversión.
       Así, pues, aquí comienzo yo, ahora, mi:


Lista de Cosas Elegantes

Una gota de agua que resbalara sobre la nervadura central de una gran hoja verde.
Oscar Pistorius corriendo a toda velocidad con sus cheetas.
Una llave atada con un listón rosa casi rojo.
Una enorme nube gris sobre la cúpula de la Catedral.
El olor de una carpintería.
Las manos de un maestro ebanista.
Un gato que se despereza.
Una mujer que se soltara el cabello frente a un hombre.
Una iglesia abandonada.
La enredadera de José Emilio Pacheco.
El satén blanco.
El sabor de una gota de sangre.
Un hombre que baila salsa.
Una mujer muy alta con una falda corte chanel.
La "Liturgia de Cristal".
Un altar budista.
La textura del óleo.
Muchas gotas de agua escurriendo sin ruido hacia el suelo desde las agujas de un pino.
Un ramo de novia.
El ritmo perfecto de Zurita.
Un bebé que no puede despertar.
Una hoja de papel color marfil.
El humo del incienso de lavanda.
La voz de mi campana.
Un hombre triste que cree que nadie lo está mirando.
La piel desnuda al tocar el aire en las mañanas.
Las manos de mi tía Charo.
La urna que lleva las cenizas de un abuelo amado.
Alguien que medita a solas en la madrugada.
Una mujer de ojos verdes.
Todos y cada uno de los versos de Rosales.
El sabor y la textura de unos labios, incluidos los propios.
El cristal recién lavado de una ventana.
Un trago de agua que atraviesa la piel por dentro.
Los golpes de arco de Guðnadóttir.
Una blusa de seda azul.
Un camino en terracería.
Caminar en solitario sin prisa.
La presión del sonido sobre las paredes de la garganta al cantar una nota aguda.
El olor de las sábanas recién lavadas.
Las vetas de la madera pulida.
Una camisa de hombre recién planchada.
La respiración de una niña dormida.
Las muñecas de los guitarristas.
Caminar en medio del viento, de preferencia descalzo.
Mecerse al ritmo de los árboles.
Los pies de los gatos y de las personas que caminan mucho.
La espalda de laúd de una mujer desnuda y extremadamente delgada.
Despertar con los ojos tatuados con las imágenes de un sueño.
La textura de una cicatriz.
Un clavel que amanece florecido.
La textura del cielo en las tardes heladas de enero.
Mi nombre escondido entre los pliegues silenciosos de una pieza de Mertens.
El olor de la nuca de una mujer.
La piel de la cadera desnuda de un hombre.
La primera línea de un cuento escrita sobre una hoja blanca.


Mutilación

Alarga las manos, ¡no las muevas!: vamos a cortar; será un pedacito, no más. Está fracturado, no hay nada qué hacer; los tumores son...