junio 22, 2011

El fin de la sequía

¡Por fin llegaron las lluvias! Me gustan el calor y los cielos azules, y nunca he sido especialmente afecta a la lluvia, pero dos meses y medio de 33 grados... no era normal. Llegó un momento en el que la sequía se me empezó como a meter por debajo de la piel y empecé a sentirme igual que mi jardín, que aunque lo regara una hora seguida, para el día siguiente ya estaba seco de nuevo; como que el agua de la manguera ya no pasaba de ser un mero paliativo, nomás para aguantar vara. Y así es como se vinieron tardes en que me dedicaba a mirar mis plantas, con una impotencia medio rara, sin poder hacer nada más que ir haciendo la cuenta de las que se morían.

Primero fue la azalea, a la que en marzo le cayó una granizada y en abril, la sequía; hizo el berrinche de su vida y se murió. Luego felpó una margarita de flores diminutas. Después un rosal. Una cuna de moisés. Un ficus... Y, mientras tanto, las demás se aferraban a cualquier gotita de agua que cayera por ahí, necias y ya todas agostadas. Aun ahora, así me siento: agostada.

Es de esas cosas que no dices en voz alta para no empeorar la situación poniéndole palabras; no pasaba del "este calor no es normal". Pero era algo más que el calor; era el ciclo que no acababa de cerrarse, la falta de agua, algo raro que no me dejaba respirar bien ni dormir a gusto. No tengo idea de si adentro de mí se secó algo; espero que no. No he hecho el recuento de los daños, porque apenas van dos días de lluvia, pero no siento ningún hueco. Con suerte, si algo se murió, era alguna cosa fea o innecesaria que no voy a extrañar.

Lo cierto es que me siento como si acabara de pasar por una temporada realmente cruenta, en la que me hubiera dedicado a echarle ganas, de una manera ciega y feroz, sin querer darme cuenta de hasta qué punto era todo tan difícil, y sólo ahora que parece haber terminado me puedo dar el lujo de decir "estuvo feo; estuvo muy feo"; no sólo se murieron varias plantas de mi jardín, también se murió mucha gente; como que el Segador anduvo bien ocupadito, ¿no? Y fue un tiempo raro, de mucho trabajo personal, de limpieza a profundidad de un montón de rincones oscuros y malolientes; de un sol salvaje durante el día y, por contraste, desconcertantes noches, oscuras y bochornosas, y sueños extraños con gente ya muerta, fantasmas, deseos olvidados, desamores.

Yo sé que es muy probable que a los demás simplemente les moleste el hecho de que ahora tengan que cargar paraguas y se les mojen sus zapatitos; pero para mí es la vida que reanuda su ciclo.

Ya puedo dar por cerrada la cuenta de las que se dieron por vencidas.

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