mi memoria no titubea ante tus sombras.
Empero,
a diario se suman nuevos matices a contraluz,
complicidades, silencios, acuerdos...
Conozco los guiños de tu sonrisa;
tu cariño se posa en mí, ligero y claro.
Me convidas de tu amistad
como si fuera un dulce y nosotros, niños;
me siento niña ante ti
y vislumbro con facilidad al niño en ti.
No hay amargura en quererte;
sólo confianza,
el deseo siempre vivo de volver a verte,
una vaga inquietud cuando no alcanzo a escucharte
y la certeza, absolutamente infundada,
de sabernos capaces de amarnos
con palabras con salud en la vejez con libros con música con risas
con descaro con deseo con abrazos enojados cansados tercos enfermos
guapos mugrosos felices bloqueados satisfechos tristes convencidos
y, muy probablemente, para siempre.
¡Olé!
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