septiembre 17, 2015

Distópico

Me persigue la guerra. Y los campos de concentración. Y esta foto:



Esta chiquita creció en un lager; al término de la guerra fue a dar a una institución psiquiátrica y le pidieron que dibujara lo que para ella significa la palabra "hogar": es el dibujo que estamos viendo en la foto; representa las alambradas que rodeaban el lager.
       ¿Por qué sigo pensando en los campos, en la guerra? Busco fotos, las miro, tengo media tesis invertida en sus campos gemelos, los stalag; conozco el tema de tal manera que podría dar una conferencia de dos horas sobre el tema sin necesidad de una sola ficha, de memoria, y apenas alcanzaría a contornear el asunto.
       Hoy, sin ir más lejos, en el taller de Literatura fantástica y distópica leímos Ubik (bueno, yo leí Ubik; mis talleristas se hicieron mensos y nomás la empezaron), y se hizo necesario explicar la manera como la guerra y la posguerra marcaron a los autores y las obras de las primeras novelas cyberpunk y distópicas. Han ustedes de saber que cualquier texto distópico que se respete parte de un problema social que el autor analiza bajo la pregunta "¿qué pasaría dentro de X años si continuamos con el comportamiento Y?"; pues bien, me pasé fácilmente hora y media explicando por qué la base de Ubik, de Neuromante, de Matrix y de muchas otras es la posguerra misma. Una hora y media, o más. De los lager sólo dije lo mínimo para poder hablar -y que se me entendiera- de Eichmann, de Hannah Arendt, del juicio en Jerusalem, de cómo y por qué le entregaron Palestina a los sionistas, de las bombas contra Hiroshima y Nagasaki, de la salvaje pérdida de confianza como sociedad en la moral, en la ética, en cualquier valor que existiera antes de la guerra, sobre todo entre los "perdedores": Alemania; Italia; Japón. Y sobre todo, les hablé de cómo la ética y la moral no son lo mismo, y de cómo esas cosas se modificaron violentamente tras la guerra y ya nunca volvieron a ser lo mismo. De cómo Ubik pone sobre la mesa dos problemas terribles emanados de la guerra: lo que no daría alguien que ha perdido a sus seres amados por verlos otra vez, por hablar con ellos una sola vez más. Ubik pone en evidencia nuestra incapacidad para determinar lo que es real y lo que no lo es.
       No tengo idea de qué se me perdió a mí en esa guerra, ni cómo es que acabo siempre hablando de ella; sólo sé que me la encuentro con frecuencia en libros que no sospechaba que la traían como huellita, y que entre más leo y estudio el asunto, entre más fotos veo y más reflexiono en torno a ello, más quiero saber porque se ahonda más esta hambre de no entender.
       Esta foto me ayuda a entender. Esas alambradas, sí las entiendo; me dejan el alma en carne viva y desollada, pero las entiendo. Son el Mal del que habla Arendt. El Mal instalado en la memoria de una niña que dibuja la palabra "hogar".

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